En sus palabras, Borja no solo admitió su participación activa y directa en estos crímenes, sino que también responsabilizó a toda la estructura militar por haber permitido que estos actos inhumanos continuaran. Según su testimonio, todos sabían lo que estaba sucediendo y, aun así, optaron por ejecutar a personas civiles inocentes, que posteriormente eran presentadas como bajas en combate, con el fin de inflar estadísticas en la lucha contra las guerrillas.
La admisión de una verdad incómoda: «Pueden llegar a más de 10.000»
El Coronel Borja, con notable franqueza, afirmó:
«En estas ejecuciones extrajudiciales que ocurrieron en el país, dice la justicia que fueron 6.402, y yo he dicho que pueden llegar a más de 10.000, porque las ejecuciones extrajudiciales a personas civiles, inermes, inocentes, siempre existieron pero con otro nombre. Todos participamos y sabíamos lo que estaba pasando».
Este comentario pone de relieve una cruda realidad: los falsos positivos no fueron un caso aislado ni perpetrado por pequeños grupos de oficiales o soldados «desviados». Se trató de una práctica extendida, en la cual, según Borja, la cadena de mando completa tenía conocimiento. Aunque las cifras oficiales reconocen los 6.402 casos enmarcados entre 2002 y 2008, Borja sugiere que las ejecuciones extrajudiciales eran una práctica preexistente que se escondía bajo otras denominaciones, por lo que el número de víctimas podría ser significativamente mayor.
Responsabilidad asumida: «Los asesinatos que yo cometí y ordené fueron decisiones mías»
A diferencia de otros oficiales que han tratado de evadir su responsabilidad o han minimizado su participación en estos crímenes, el coronel Borja se enfrentó a su pasado de manera directa. Durante su intervención, declaró que asumía la total responsabilidad por los asesinatos que cometió y ordenó, señalando que no buscaba refugiarse ni en sus subalternos ni en sus superiores:
«Los asesinatos que yo cometí y ordené fueron decisiones mías. Yo no me amparo en mis subalternos ni en mis superiores, cada uno, la justicia dirá qué tipo de responsabilidad tiene».
Su testimonio no solo representa un gesto de confesión personal, sino que también expone cómo la cultura de obediencia ciega y presión dentro de las Fuerzas Armadas contribuyó a la perpetuación de este sistema de violaciones de derechos humanos. A lo largo del conflicto, muchos soldados y oficiales, presionados por la demanda de resultados, optaron por participar en estas atrocidades.
La escala del mando: «Para arriba, todos sabían»
Uno de los aspectos más polémicos de la declaración del coronel Borja fue su afirmación de que, en la escala de mando, todos estaban al tanto de lo que ocurría. Esta aseveración desmantela la narrativa que ha prevalecido en algunos sectores, según la cual las ejecuciones extrajudiciales fueron responsabilidad exclusiva de ciertos mandos medios o de soldados de bajo rango. Borja dejó claro que los altos mandos y las estructuras de poder más elevadas tenían conocimiento de lo que sucedía en las regiones.
Este tipo de declaraciones refuerzan los testimonios que han surgido en el marco de la JEP, donde varias víctimas y exmilitares han revelado cómo las políticas de incentivos, basadas en bajas militares, crearon un sistema perverso en el cual el asesinato de civiles se convirtió en una herramienta para mostrar resultados exitosos en la lucha contra el narcotráfico y las guerrillas.
El impacto humano: «Nunca me detuve a pensar en el daño»
Uno de los momentos más conmovedores del testimonio del coronel Borja fue cuando admitió que, durante el conflicto, nunca se detuvo a pensar en el daño que estaba causando. Refiriéndose a la presión constante de la guerra, Borja afirmó que esta lo cegó a la dimensión humana de sus actos:
«Muchísimos más sí optamos por eso, y eso nos llevó a esta tragedia humana. Nunca me detuve a pensar en el daño que estaba haciendo el conflicto, y la presión nunca me permitió pensar en eso».
Este reconocimiento abre una puerta para entender cómo la deshumanización del enemigo y la lógica de la guerra convierten a los soldados en instrumentos de una maquinaria de muerte, donde las vidas humanas son reducidas a cifras y estadísticas.
El esfuerzo por la verdad y la reconciliación
Aunque sus crímenes son irreparables, el coronel Borja ha intentado, en sus palabras, acercarse a las víctimas y contarles la verdad como una forma de mitigar, al menos en parte, el daño causado:
«Reconozco el daño inmenso que produjo, pero he tratado de opacarlo acercándome a las víctimas y contándoles la verdad».
Este gesto, aunque insuficiente para las familias que perdieron a sus seres queridos de manera brutal e injusta, refleja un intento por parte de algunos actores involucrados en el conflicto de contribuir a la construcción de la verdad y la memoria histórica en Colombia. La búsqueda de la verdad es uno de los pilares fundamentales del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición impulsado por el proceso de paz, en el cual la JEP juega un papel central.
El contexto de los falsos positivos
Los falsos positivos fueron un fenómeno trágico y extendido en Colombia, que alcanzó su punto más álgido durante los años de mayor confrontación entre el Estado y las guerrillas. Civiles inocentes, en su mayoría jóvenes y personas de bajos recursos, eran secuestrados o engañados con promesas de empleo, llevados a zonas de conflicto, asesinados y luego presentados como guerrilleros muertos en combate. Estos crímenes fueron impulsados por un sistema de recompensas que premiaba a los soldados y oficiales por el número de bajas reportadas, lo que generó una cultura de competencia malsana y desenfrenada.
El reconocimiento de estos crímenes, tanto por parte del Estado como de los responsables directos, es un paso esencial en el proceso de justicia transicional. Las víctimas de falsos positivos han exigido por años la verdad sobre lo sucedido y la condena de los responsables, para así poder avanzar hacia una verdadera reconciliación nacional.
Reflexiones finales
El testimonio del coronel (r) Luis Fernando Borja nos recuerda las profundas heridas que dejó el conflicto armado en Colombia, y la magnitud de las violaciones de derechos humanos que se perpetraron en nombre de una supuesta lucha por la paz. Si bien el proceso de paz y la JEP han abierto espacios para la verdad y la justicia, queda mucho por hacer para reparar el dolor de las víctimas y evitar que tragedias como los falsos positivos se repitan.
La cifra de más de 10.000 ejecuciones extrajudiciales, mencionada por Borja, es un llamado urgente a que el país continúe investigando y revelando la magnitud real de estos crímenes. La paz y la justicia no pueden construirse sobre el silencio o el encubrimiento de la verdad.