Colombia y el Precio del Diésel: ¿Un Juego de Poder a Costillas del Pueblo.
1 Billon de pesos al mes, el déficit que nos deja mantener subsidiado el A.C.P.M
Por: Milton Fabiani
Colombia ha logrado mantenerse, hasta ahora, como uno de los países con el precio del diésel más bajo en la región. Nos encontramos en el exclusivo club de naciones que incluye a Bolivia (US$2,34), Ecuador (US$1,77) y Venezuela (US$0,01), todos ellos con tarifas de diésel que son prácticamente impensables para otros países de América Latina. En Colombia, el precio del diésel ha estado congelado durante 56 meses, desde enero de 2020, una medida que ha sido celebrada por algunos sectores, pero que ha generado un déficit promedio de un billón de pesos al mes. Sin embargo, la fiesta parece estar llegando a su fin, y no todos están listos para soltar la corona.
El Congelamiento: Un Respiro a Costo Elevado
Desde que se tomó la decisión de congelar el precio del Acpm, el país ha disfrutado de un respiro en los costos de transporte y logística. Este alivio ha sido particularmente significativo para el sector productivo y los transportadores, quienes han evitado el impacto de los aumentos globales en el precio del petróleo. Sin embargo, esta decisión no ha estado exenta de consecuencias. Durante estos 56 meses, el país ha acumulado un déficit que ronda el billón de pesos al mes, una cifra insostenible para cualquier economía.
El congelamiento, que en un principio parecía una medida acertada para proteger a los consumidores y mantener la estabilidad económica, se ha convertido en una bomba de tiempo. Cada mes que pasa, el déficit crece y la necesidad de tomar decisiones se vuelve más urgente. Pero, ¿quién está dispuesto a pagar el precio?
El Precio del Diésel y el Ranking Regional
Si el incremento propuesto en el precio del diésel se lleva a cabo, y el costo promedio en las 13 principales ciudades del país alcanza los $15.456 (US$3,76), Colombia descendería al puesto 12 en el ranking de precios de diésel en la región. Pasaríamos de ser uno de los países con el diésel más barato, a estar en una posición mucho menos privilegiada. Esta subida no solo afectará a los transportadores y a quienes dependen del diésel para su día a día, sino que también se sentirá en los bolsillos de todos los colombianos, con el potencial de desencadenar un efecto en cadena en los precios de los productos básicos y en la inflación.
Mantener precios bajos a costa de un déficit gigantesco no es una solución; es una patada al problema, esperando que alguien más se encargue de resolverlo en el futuro. Y mientras tanto, los colombianos comunes y corrientes son los que pagan el precio.
Lo que inicialmente se presentó como una medida para proteger a los colombianos de los efectos devastadores de la inflación, hoy se revela como una maniobra que benefició a ciertos sectores empresariales cercanos al uribismo, dejando al país al borde de una crisis social.
El legado de Iván Duque y su decisión de mantener el precio del diésel congelado durante su mandato no será recordado como una medida que benefició al país, sino como un acto que favoreció a unos pocos y que dejó al resto de los colombianos a merced de una tormenta social que hoy es casi inevitable. Mientras el país se prepara para enfrentar las consecuencias de esta política, es fundamental que las nuevas decisiones se tomen con una visión más amplia, que ponga en primer lugar el bienestar de todos los colombianos, y no solo de una élite privilegiada.
El resultado de esta decisión fue la acumulación de un déficit insostenible que alcanza un billón de pesos al mes. Mientras que los beneficios se concentraban en manos de unos pocos, el costo real de esta política comenzó a recaer sobre el Estado y, en última instancia, sobre los colombianos de a pie.
La Tormenta que se Avecina
Hoy, con la posibilidad de que el precio del diésel se ajuste a la realidad del mercado, el país se enfrenta a una tormenta social sin precedentes. El inevitable aumento de los precios del combustible provocará un alza en el costo de vida, afectando a millones de colombianos que ya están luchando para llegar a fin de mes. El descontento social, alimentado por años de políticas que beneficiaron a unos pocos a expensas de la mayoría, está a punto de estallar.
Los transportadores, que durante años disfrutaron de un diésel barato gracias a la decisión de Duque, ahora se oponen a una medida que no solo es justa, sino tambien necesaria para la salud de las finanzas publicas. Algunos no quieren aceptar que el aumento es necesario. Las protestas que se vislumbran en el horizonte son un reflejo del malestar acumulado y de la falta de confianza en un sistema que parece estar diseñado para proteger los intereses de una élite privilegiada, que como siempre al final de cuentas, enfrenta a los sectores mas populares, mientras ellos mantienen sus beneficios.
Una Decisión Justa, pero Dolorosa. Es innegable que ajustar el precio del diésel a la realidad del mercado es una medida necesaria para corregir los errores del pasado y evitar un colapso económico mayor. Sin embargo, la forma en que se implementó y el contexto en el que surge esta decisión han creado un caldo de cultivo para la indignación social.
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